¿Qué es la inteligencia emocional?

A día de hoy existe la suficiente evidencia científica de que cuando nuestra inteligencia es consciente de las propias emociones y motivaciones, y aprende a regularlas intencionadamente, aumenta considerablemente nuestro potencial adaptativo.
La inteligencia emocional integra los diferentes intentos de los psicólogos por el estudio de la combinación armónica entre cognición y emoción. Existen diversos modelos de inteligencia emocional, considerados como complementarios ya que presentan muchos puntos en común.
Goleman (1995) hizo famoso el concepto de inteligencia emocional con la publicación de su primer modelo en 1995. Para este autor la inteligencia emocional consiste en conocer nuestras propias emociones, regularlas, tener motivación propia, reconocer las emociones de los demás y establecer relaciones sociales.
En el año 2001 presenta su teoría mediante un esquema que recoge 25 competencias emocionales organizadas en cuatro grupos como recoge el siguiente cuadro:
Competencia personal | Competencia social | |
Reconocimiento | Autoconciencia emocional
Autoevaluación Autoconfianza |
Empatía
Orientación al cliente Conciencia organizacional |
Regulación | Autocontrol emocional
Formalidad Responsabilidad Adaptabilidad Motivación de logro Iniciativa |
Desarrollo de los demás
Influencia Comunicación Gestión de conflictos Liderazgo Catalización del cambio Construcción de alianzas Trabajo en equipo |
Goleman define competencia emocional como “una capacidad aprendida basada en la inteligencia emocional, que da lugar a un desempeño laboral sobresaliente”.
El objetivo de la educación emocional es desarrollar competencias emocionales. Se trata de incluir la inteligencia emocional en los procesos de enseñanza. Las aplicaciones que tiene la educación emocional se pueden ver en situaciones como la comunicación efectiva y afectiva, resolución de conflictos, toma de decisiones, prevención inespecífica (drogas, violencia, anorexia, …), mejora del autoestima, etc.
Goleman (2008) defiende que “ayudar a los niños a manejar mejor tanto su mundo interno como sus relaciones también contribuye a estimular su aprendizaje”.
Otros autores como Bisquerra defienden también la integración de la inteligencia emocional en las escuelas:
Todo lo que favorezca la autorregulación de las emociones (antes, durante y después de una experiencia de aprendizaje) en pro de la concentración en la tarea y de la experimentación de emociones positivas, así como todo lo que promueva la interacción y cooperación social, es potencialmente beneficioso para el aprendizaje.
En la actualidad, se reivindica constantemente la inclusión de las emociones en los procesos de enseñanza-aprendizaje. La base del aprendizaje es la emoción, y por tanto, se deben incluir en las escuelas programas de educación emocional, para abordar los procesos de enseñanza-aprendizaje de forma integral, y favorecer el éxito académico, social y personal.