¿Qué es la Neuroeducación?

Para comprender los procesos de aprendizaje es necesario que acudamos a los aportes de las Neurociencias. La Neuroeducación, como disciplina, plantear tomar esas aportaciones de la Neurociencia cognitiva para mejorar las prácticas educativas y los aprendizajes.
Actualmente, el avance a nivel científico y tecnológico ha facilitado que se realicen mayores y mejores estudios sobre el aprendizaje, basados en el estudio del cerebro. Aunque, a veces, estas aportaciones no se reflejan en el proceso educativo. Sin embargo, la tendencia actual es vincular esos hallazgos con la educación.
Mejorando así la comprensión de los procesos de enseñanza-aprendizaje, y tomando medidas prácticas en el contexto educativo.
La Neuroeducación, por tanto, se entiende como “aquella disciplina que se ocupa de indagar y difundir sobre la optimización del proceso de enseñanza y aprendizaje con base en el funcionamiento del cerebro y los fundamentos neurobiológicos que lo sustentan.
Por lo tanto, su propósito esencial sería el de aplicar sus hallazgos al mejoramiento del proceso educativo, buscando comprender cómo el cerebro cambia y se adapta durante el aprendizaje”. (Mora, 2017; Valerio, Jaramillo, Caraza & Rodríguez, 2016).
Neurociencia cognitiva como la Neuroeducación están enfocadas en comprender cómo aprende el cerebro.
Por ello, pueden contribuir ampliamente, a aportar nuevas técnicas para potenciar los procesos de aprendizaje y del desarrollo cognitivo, sus mecanismos causales, las variables que los afectan y una manera práctica de analizar la eficacia de diferentes pedagogías que conlleven a una formación equitativa y de calidad (Goswami, 2015).
Además, resultaría clave para ayudar a resolver los problemas neurofuncionales que afectan a los estudiantes en todas las etapas del sistema educativo (Blanco, Miguel, García-Castellón & Martín, 2017).
Neurociencia y Neuroeducación estudian los procesos cognitivos cerebrales como el pensamiento, la atención, la memoria, el lenguaje y otros procesos complejos, y además, estudian todo el componente emocional. A continuación se detallan ejemplos que aplican los aportes de estas disciplinas en las prácticas educativas (Valerio et al. (2016)):
- Respecto a la atención: emplear pausas en los niveles de atención para dar tiempo a asimilar cada nuevo aprendizaje.
- Respecto a la motivación: desarrollar y proponer actividades basadas en los intereses de los alumnos que propicien la curiosidad, la perseverancia y reduzcan el estrés.
- Respecto a la memoria: se recomienda las repeticiones en distintos escenarios que favorecen la memorización duradera y activar un conocimiento ya almacenado que posibilite conectar el nuevo conocimiento.
Por último, destacamos que las Neurociencias han demostrado que las emociones positivas facilitan la memoria y el aprendizaje pues ayudan a mantener la curiosidad y la motivación, condiciones trascendentales para un aprendizaje efectivo y duradero (Mora, 2017).
Si las emociones asociadas a la experiencia de aprendizaje son de carácter negativo, como la ansiedad, el miedo, el nerviosismo, la preocupación y la tristeza, actuarían como barreras del proceso enseñanza-aprendizaje.
A nivel neurofisiológico, las emociones activan el hipocampo, relacionado con la memoria y el aprendizaje, anclando mejor los conocimientos obtenidos. Por el contrario, las emociones negativas liberan la hormona del estrés o cortisol, que dificulta el anclaje de nuevos conocimientos.
Por todo ello, es fundamental otorgarle al componente emocional y afectivo todo el protagonismo que se merece en las prácticas educativas. Respecto al docente, es importante que sea capaz de autorregular y transformar las emociones en el propio aprendizaje, tanto de los alumnos como de ellos mismos, actuando como un factor motivacional imprescindible.